Apoyado sobre la caja de la sucursal, su voz se esparce y retumba por toda la sala. Desgarbado y flaco, la ropa le viene grande y gastada. Agarra el teléfono móvil como si fuera un arma y grita. Grita tanto que todas las miradas le apuntan, el vigilante de seguridad se acerca, los cajeros se miran...
¡¿Pero cómo voy a deber 37.000?! Si yo pedí 36.000!! uff...
Se acerca mi turno y no puedo evitar mirarle fijamente, su mujer tendida a su lado con cara de velatorio le escucha...
No puede ser! si llevo 6 meses pagando! Yo pedí 36.000...
A mi derecha otra pareja cuenta billetes de 50 en un sobre y se intercambian sonrisas con otro empleado, a mi izquierda el hombre deshecho sigue gritándole a quién sea que le replica al otro lado del teléfono...
¿Cómo qué me vas a quitar la casa?! Si yo solo pedí 36.000...
Nieva en la plaza y no puedo dejar de oirle, aún hoy le oigo... y miro a los ojos a ese limpiabotas con los zapatos sucios que parece que hoy tampoco va a trabajar.
Suena Facto de la Fé en mi bolso.
¿Sí?...
Sólo son 550, si no tuviera tantos gastos... podría pagarlo... era tan bonito... Sólo trabajo para pagar deudas... tenías que haberlo visto!...
Y ya no sé que decir...
¿Otra vez patatas? Sí cariño... otra vez patatas, hoy en puré...